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El Hombre que escupió a Buda

El Hombre que escupió a Buda

El Hombre que escupió a Buda

El cuento Budista que nos enseña a ignorar a quién nos hace mal.

Muchas veces nuestra felicidad puede depender de nuestra capacidad de ignorar a aquellos que nos perjudican.

 

Estamos tan acostumbrados a reaccionar por impulso cuando alguien nos duele, que acabamos envenenando nuestro día a día o, a veces, hasta nuestra vida entera. Este cuento budista nos muestra que muchas veces nuestra felicidad puede depender de nuestra capacidad de ignorar a aquellos que nos perjudican.

 

Cuento ZEN: «El Hombre que escupió a Buda»

Se dice que en una ocasión, un hombre se acercó a Buda y, sin decir una palabra, le escupió en su cara. Sus discípulos quedaron sorprendidos y muy enojados.

Ananda, el discípulo más cercano, increpó a Buda:
– ¡Déme permiso para dar a este hombre lo que él merece!

Buda respondió tranquilamente a Ananda:

– No. Yo voy a hablar con él.

Y juntando las palmas de las manos en señal de reverencia, Buda se acercó a aquel hombre y le dijo:

Gracias, muchas gracias. Con su gesto, usted permitió que yo viera que la rabia me abandonó. Estoy muy agradecido. Su gesto también mostró que Ananda y mis otros discípulos todavía son asaltados por la rabia. ¡Gracias! ¡Estamos muy agradecidos!

Obviamente, aquel hombre no creyó lo que oyó, se sintió conmovido y angustiado. Él no podía explicar lo que había sucedido.Aquella noche el hombre no pudo dormir. Estuvo dando vueltas y vueltas en la cama y no pudo conciliar el sueño. Los pensamientos lo perseguían continuamente a tal grado que su propio sudor mojó las sábanas donde durmió. En su vida, nunca había conocido a un hombre con un carisma tan fuerte. El Buda modificó todos sus pensamientos y todo su forma de vivir y de actuar.

A la mañana siguiente, el hombre volvió al maestro y se arrojó a sus pies. Entonces el Buda se volvió hacia Ananda:

– ¿Has visto? Ese hombre volvió a decirme algo. Este gesto de tocar mis pies es su manera de decirme algo que no podría explicarse en palabras.

El hombre miró al Buda y le dijo:

– Perdóname por lo que hice contigo ayer.

El maestro respondió que no había nada por qué perdonarlo y le explicó:

– Como el flujo del Río Ganges que hace que sus aguas nunca sean las mismas, entonces ningún hombre es el mismo de antes. Yo no soy la misma persona con la que usted estuvo ayer. Y ni siquiera el que me escupió, está ahora aquí. No veo a nadie tan valiente como a él. Ahora ya no eres el mismo hombre de ayer, no estás haciendo nada conmigo, así que no hay nada que pueda perdonarte. Las dos personas, el hombre que escupió y el hombre que recibió el escupitajo, ya no están aquí. Entonces, ahora vamos a hablar de otra cosa.

 

¿Qué nos enseña Buda con esta historia?

La persona sincera y justa no tiene motivos para reaccionar a las ofensas porque éstas provienen de la imagen que una mente distorsionada puede tener, y no de la realidad de los hechos. Entonces, si alguien se comportara mal con nosotros, no dejemos que nuestra actitud altere nuestro propio equilibrio. Esto sólo te perjudica a ti ya quien le das mucha importancia.

Buda entonces nos enseña que las cosas pueden cambiar rápidamente, y también que debemos tener inteligencia para comprender eso. A veces, pasan meses antes de que las disculpas lleguen (si es que llegan), pero el maestro nos dice que no hay motivo para llevar a mal algo que, habiendo pasado, en el presente ya no existe más.

 

La Aceptación Radical

¿Cuántas veces nos sentimos ofendidos, tristes, enojados por el comportamiento de los demás? Estas reacciones son comunes y forman parte del comportamiento normal del ser humano. El problema surge cuando los sentimientos negativos empiezan a aflorar y terminan por traicionarnos.

Aprender a ignorar a una persona tóxica no es simple, pero implica un profundo cambio de actitud. Debemos aprender a abrir la mente y ver las cosas desde otro punto de vista. Por eso, aquí te proponemos cultivar una nueva actitud, en ese sentido, hablaremos de la «aceptación radical». La aceptación radical es un concepto desarrollado por Marsha Linehan en el marco de la terapia dialéctica del comportamiento y consiste básicamente en aceptar lo que sucede sin crear resistencias mentales o emocionales innecesarias.

 

¿De qué se trata la aceptación radical?

La aceptación radical significa verte a ti mismo y lo que vives a cada momento tal como es, sin desear que sea distinto, sin involucrar emociones innecesarias y sin juzgar la situación actual, se trata de aceptar algo sin juicios. Vamos a dar un ejemplo: cuando alguien nos irrita con sus palabras o con sus acciones, es porque nosotros mismos esperábamos ciertos comportamientos de ese alguien, y por ende rechazamos un comportamiento diferente del que habíamos imaginado.

Según Linehan, ese rechazo alimenta la frustración, el resentimiento, el odio o la tristeza y si en cambio, hubiéramos adoptado la actitud de «la aceptación radical», aceptamos simplemente lo que haya ocurrido, sin entrar en el juicios, ni dramas innecesarios. Al distanciarnos nosotros mismos de ese sentimiento creamos una especie de escudo y garantizamos que, en cualquier  situación, seamos emocionalmente perjudicados.

 

Referencia del relato de Buda: Osho.