Saltar al contenido

5 Grandes lecciones que un niño pequeño puede enseñar a un adulto

5 Grandes lecciones de un niño a un adulto

5 Grandes lecciones que un niño pequeño puede enseñar a un adulto

 

«Recuerden que la sabiduría de los hombres es locura ante Dios. Si escuchamos al niño que tenemos en el alma, nuestros ojos volverán a brillar..» – Paulo Coelho

 

Solemos tener la creencia de que los niños están en este mundo únicamente para aprender de los adultos, para que el día que alcancen la edad adulta estén bien preparados para salir a enfrentarse a la sociedad. Y normalmente nosotros como adultos, desestimamos las lecciones que tienen los niños para nosotros aprender de ellas. Muy bien, es hora de detenemos a pensar un poco, imagina que tu yo adulto, vuelve a ser un poco más como un niño imagina como tu vida sería completamente diferente, de una manera mucho más positiva…

 

A continuación presentamos

5 lecciones que un niño pequeño puede enseñar a un adulto:

 

1. A admirar el mundo

Los niños admiran el mundo y encuentran una alegría profunda al experimentarlo. La existencia toda parece un milagro para cada niño, «un cosmos lleno de colores brillantes, sonidos armónicos, fragancias hermosas, un misterio que no puede ser explicado en palabras. Están continuamente descubriendo, aprendiendo, experimentando, explorando y demás. Los adultos, sin embargo, perdimos la capacidad de admirar, estamos tan acostumbrados a nuestras vidas estresadas que no prestamos atención a la belleza que este mundo nos está ofreciendo continuamente y por lo tanto no podemos apreciarla. En nuestro mundo muchas veces, todo parece común y aburrido, pareciera que nos hemos vuelto insensibles a esta existencia tan maravillosa. No debemos olvidar que la vida es un gran regalo que se nos ha dado gratuitamente y que precisamente la presencia de los niños puede ayudar a recordarnos a agradecer y aprovechar lo más que podamos mientras estemos vivos.

 

2. A aprovechar el momento presente

El ayer ya se fue, el mañana no ha llegado, sólo el momento presente existe y sólo podemos vivir en él. La mayoría de los adultos vivimos una vida que no nos permite aprovechar plenamente el momento presente. Constantemente nuestra mente está enfocada en el futuro: qué cliente nuevo tendremos, cuánto dinero haremos, qué tipos de bienes vamos a adquirir, etc. Todo nuestro tiempo y energía se dirigen siempre hacia el futuro, el presente únicamente pareciera sólo un medio para algún fin futuro. De esta forma, olvidamos dejar ir y aprovechar nuestro aquí y ahora .. y así se nos va toda la vida. Los niños, por otro lado, están totalmente enfocados en el momento presente, en cada momento, sacando el máximo provecho de todo,  absorbiendo las experiencias que día con día la vida pone en su camino.

 

3. A saber expresarse

Los niños son, en la mayoría de los casos, «puros» en su comportamiento. Cuando se sienten felices, saltan, bailan, se ríen. Cuando se sienten tristes e incómodos, gritan, patalean o explotan en lágrimas. Eso que sienten, lo expresan, sin importar lo que otros puedan pensar. De esta forma, no hay pensamientos y emociones suprimidas en su psique, por lo que la mayoría de los niños son libres y sin ataduras. Los adultos, sin embargo, tendemos a suprimir nuestros verdaderos pensamientos y emociones, porque eso de mostrarlos, nos hace sentir expuestos e inseguros. Estamos constantemente preocupados por lo que otras personas piensan, digan o actúan, así que preferimos entonces actuar deliberadamente de una forma «normal», así como dicta la norma. Si un hombre empieza a llorar cuando está triste, la gente puede pensar que tiene una personalidad débil. Si baila, cuando está feliz, la gente puede pensar que se volvió loco. Con miedo de que esto suceda, la mayoría de los adultos elige usar una máscara social para ocultar su verdadero yo a los demás. Pero esto es muy perjudicial para nuestra energía: a veces ejercemos tanto esfuerzo para mantenernos en ese estado de hipocresía, que sólo logramos volvernos neuróticos y con todo tipo de problemas psicológicos.

Lectura recomendada: 4 cosas que tu niño interior necesita escuchar de ti

4. A ser inocente

Mira profundamente a los ojos de un niño pequeño y verás la inocencia. Ser inocente significa ser libre de vergüenza y culpa, tener una mente abierta y un corazón confiado, lleno de intenciones puras. Los adultos hemos perdido esa inocencia natural, sentimos miedo y nos sentimos inseguros para abrirnos y mostrar confianza hacia con quienes nos rodean. Elegimos construir muros alrededor de nosotros mismos, para protegernos psicológicamente. En el mundo competitivo que hemos creado allá afuera, los adultos somos astutos, agresivos, exploradores e inevitablemente, repletos de remordimiento, vergüenza, culpa, miseria y tristeza. Hemos ido olvidando aquella inocencia con la que nacimos y que creímos perdida para siempre, pero al estar en presencia de los niños, podemos recuperar esa inocencia y empezar a vivir de una manera completamente diferente, en una forma repleta de belleza, satisfacción y alegría absoluta.

 

5. A ser juguetón

La risa es la sal de la vida. Es lo que hace la vida digna de ser vivida, sin ella, la vida se vuelve pesada, una carga, casi como una tortura lenta. Cuando éramos niños, encontrábamos mucha alegría en las bromas. A medida que envejecemos, sin embargo, dejamos de jugar, de reír, de inventar travesuras. Mira a tu alrededor y te darás cuenta que casi todos los adultos hemos olvidado como ser juguetones, la mayoría nos encontramos muy ocupados, con un rostro serio y con un solo pensamiento en nuestra cabeza: los negocios. Los adultos trabajamos día tras día y casi nunca tenemos tiempo libre para divertirnos. Hemos resuelto que, todo debe ser usado como un medio para un fin. Por lo tanto, ser juguetón y divertido, es solo una pérdida de tiempo. Aprendamos a ser como niños, sin ningún motivo exclusivo para jugar, más que hacerlo solo por diversión!.

 

La vida es mucho más fácil de lo que pensamos. Permite a tu niño interior salir de vez en cuando a saludar, recuerda que es importante volver a ser niños para creer de verdad.

«Piensa como adulto, vive como joven, aconseja como anciano, pero nunca, nunca, dejes de soñar como un niño»